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Cuarta Reflexión: ¿Doy las llaves de mi vida al Señor o las presto a ratos?

¡Entrégate!

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 Adviento tiempo por excelencia de María, la Virgen de la espera

 El Adviento es el tiempo mariano por excelencia del Año litúrgico. Lo ha expresado con toda autoridad Pablo VI en la Marialis Cultus, nn. 3-4.

 

Históricamente la memoria de María en la liturgia ha surgido con la lectura del Evangelio de la Anunciación antes de Navidad en el que con razón ha sido llamado el domingo mariano prenatalicio.

Hoy el Adviento ha recuperado de lleno este sentido con una serie de elementos marianos de la liturgia, que podemos sintetizar de la siguiente manera:

- Desde los primeros días del Adviento hay elementos que recuerdan la espera y la acogida del misterio de Cristo por parte de la Virgen de Nazaret.

- La solemnidad de la Inmaculada Concepción se celebra como "preparación radical a la venida del Salvador y feliz principio de la Iglesia sin mancha ni arruga ("Marialis Cultus 3).

La primera venida del Señor se realizó gracias a ella. Y, por ello, todas las generaciones le llamamos Bienaventurada. Hoy, que preparamos, cada año, una nueva venida, los ojos de la Iglesia se vuelven a ella, para aprender, con estremecimiento y humildad agradecida, cómo se espera y cómo se prepara la venida del Emmanuel: del Dios con nosotros. Más aún, para aprender también cómo se da al mundo el Salvador.

Sobre el papel de la Virgen María en la venida del Señor, la liturgia del Adviento ofrece dos síntesis, en los prefacios II y IV de este tiempo: "...Cristo Señor nuestro, a quien todos los profetas anunciaron, la Virgen esperó con inefable amor de Madre, Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres. El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al Misterio de su Nacimiento, para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza".

"Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos por el Misterio de la Virgen Madre. Porque, si del antiguo adversario nos vino la ruina, en el seno de la Hija de Sión ha germinado Aquél que nos nutre con el pan de los ángeles, y ha brotado para todo el género humano la salvación y la paz.

La gracia que Eva nos arrebató nos ha sido devuelta en María. En ella, madre de todos los hombres, la maternidad, redimida del pecado y de la muerte, se abre al don de una vida nueva. Así, donde había crecido el pecado, se ha desbordado tu misericordia en Cristo nuestro Salvador. Por eso nosotros, mientras esperamos la venida de Cristo, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos el himno de tu gloria…”

La Virgen Inmaculada fue y sigue siendo el personaje de los personajes del Adviento: de la venida del Señor. Por eso, cada día, durante el Adviento, se evoca, se agradece, se canta, se glorifica y enaltece a aquella que fue la que accedió libremente a ser la madre de nuestro Salvador “el Mesías, el Señor” (Lc 2,11).

Veamos tres textos de los tantos que uno se encuentra en honor de la Bienaventurada Madre de Dios, en todo este Misterio preparado y realizado. Son de la solemnidad de santa María Madre de Dios:

“¡Qué admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad” (antífona de las primeras Vísperas).

 

“La Madre ha dado a luz al Rey, cuyo nombre es eterno; la que lo ha engendrado tiene al mismo tiempo el gozo de la maternidad y la gloria de la virginidad: un prodigio tal no se ha visto nunca, ni se verá de nuevo. Aleluya” (antífona de Laudes).

 

“Por el gran amor que Dios nos tiene, nos ha mandado a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado: nacido de una mujer, nacido bajo la ley. Aleluya” (antífona del Magníficat primeras Vísperas).

 

A partir de la segunda parte del Adviento, la figura de la Madre Inmaculada es tan grande, que ella aparece como el centro del Misterio preparado e iniciado. Así las lecturas evangélicas del IV Domingo, en los tres ciclos, están dedicadas a María. Y en las misas propias de los días 17 al 24, todo gira alrededor de ella.

 cuarto viernes

En las vísperas del primer domingo de Adviento, la antífona del Magnificat está tomada del evangelio de la anunciación: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo".

El lunes de esta primera semana, en las vísperas, la antífona del Magnificat será: "El ángel del Señor anunció a María y concibió por obra del Espíritu Santo".

En esta hermosa síntesis de títulos se presenta en estas pinceladas la figura de la Virgen del Adviento:

Recordemos:

María nos enseña también que la aceptación del hombre por Dios no torna ocioso nuestro compromiso mundano, pues Dios es tanto más creador cuanto más responsabiliza al hombre. Hoy sobran palabras de ideólogos, políticos y demagogos; y faltan hechos concretos de liberación de los humildes.

El “hágase” de María es un estímulo para que nosotros realicemos también la opción fundamental de Cristo, en orden a construir un mundo más humano e instaurar una historia mejor. En toda vida hay opciones fundamentales. Esto choca con la mentalidad actual de tantas personas, que gira en torno a la provisionalidad, incluso en los compromisos más serios como la opción cristiana, la fe, el amor matrimonial o la consagración a Dios. La tentación de jubilarse o darse de baja como cristiano está hoy a la orden del día.

El Señor no nos pide la ofrenda de una casa, pero si quiere hacer en nosotros una casa, o mejor, quiere hacer de nosotros su casa. Resulta que ya está ahí la Navidad y Dios sigue buscando una casa para nacer. Lo único que nos pide el Señor es un “Sí” confiado y entregado. No nos pide cosas provisionales, sólo pide nuestra voluntad, nuestro corazón.

La anunciación se repite, porque Dios sigue necesitando de una madre que le acoja en su corazón y lo revista de carne. Dios nos sigue necesitando y espera nuestro “fiat” es decir nuestro “si” cada día. Ojalá que de una vez por todas podamos decir con María: “Hágase en mí según tu Palabra”.

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