Menu
Banner Principal Institucional 8 Sentimientos que Cristo Pascua y banderín Resurrección

Historia Legendaria Del Señor Nazareno De La Merced De La Nueva Guatemala De La Asunción

 

II

Jesús de la Merced

Los oficios y las ceremonias revistieron el esplendor y la solemnidad acostumbrados. Sor Margarita –nombre que la amable Eugenia había adoptado al ingresar al convento-, permaneció en la iglesia solidaria, postrada de hinojos en la balaustrada del comulgatorio en oración profunda.

El inmenso templo de tres naves acogía en sus columnas barrocas las sombras de la noche recién nacida.

Jesús de la Merced

A través de los vitrales casi legendarios, los rayos moribundos del sol crepuscular iban sepultándose en catafalcos dorados entre los complicados retablos de los altares.

De pronto, Sor Margarita, se sintió transportada a un espacio sin tiempo. Le parecía flotar. Que volaba. Que estaba en el mismo lugar. Una intensamente suave como la Ocarina del órgano, llegó a su corazón:

-Margarita, hija mía –dijo aquella voz-, ¿Por qué te refugias en las galerías de este convento? ¿Por qué huyes? ¿Por qué no me sirves desde tu suelo natal?
Ve allá Margarita; allá es donde te quiero. Allá está todo por hacerse. Ve allá hija mía, ve... y la visión desapareció.

Largas horas permaneció en la misma posición, hasta ser sorprendida por las monjas que entraban al templo a rezar el oficio nocturno de completas.

Sor Margarita refirió entonces, lo acontecido a la Madre Priora. Después de discutirlo con el capítulo de la orden, le fue ordenado a la monja prepararse para retornar a Guatemala.

Y así, en una mañana luminosa, un coche tirado por brillosos corceles dejaba el convento de las Carmelitas Descalzas, llevando en su interior a la religiosa.

Corría el coche bajo el sol y el polvo de los caminos y campiñas de las provincias españolas, rumbo al puerto de Santander, en el golfo de Vizcaya. De allí zarparía un buque para las Indias Occidentales. Antes de llegar al puerto, Sor Margarita se encaminó a Alba de Tormes, en la provincia de Salamanca, para depositar su destino sobre la tumba de Santa Teresa.

La travesía por mar fue larga y monótona. La joven monja permanecía sobre cubierta la mayor parte del día oyendo los recios cantos de los marineros, tragándose con los ojos la inmensidad del mar y la profundidad del cielo y diluyéndose en los celajes del sol moribundo, semiahogado en colores, y entonces su voz melodiosa se unía al canto de la Salve Regina de los marineros del barco.

Una mañana los gritos de los tripulantes y pasajeros del buque le anunciaron que las costas del Nuevo Mundo emergían en la lontananza. Subió precipitadamente al puente y la emoción se le fue resbalando de los ojos al corazón: ante sí se extendía su tierra virgen. Milenaria y fértil.

Jesús de la Merced

Al día siguiente, el navío fondeó en el puerto de Santo Tomás de Castilla, en suelo guatemalteco. Sor Margarita bajó a tierra. Y después de llenar las formalidades necesarias, y sin tomar en cuenta el cansancio que la agobiaba, emprendió el viaje hacia su convento en la Nueva Guatemala de la Asunción. Los caballos trotaban sobre un camino nada parejo. La selva umbría, a ambos lados, se mecía abanicándose en el calor de la tarde que descendía con fuerza por las veredas doradas del sol.
La monja hurtaba a su patria el paisaje con todo su ser anhelante: ¡Hacía tanto que no la veía! ¡Hasta había llegado a creer que no sería sepultada en ella!

Sor Margarita de Santa Teresa había comprendido por fin el sino de su existencia. Ahora, al regresar, sabía con certeza que en su vida se había encendido un nuevo sendero que ya no podría abandonar.
El coche asistió al sepelio del sol y corrió con la luna enredada entre las ruedas durante la noche, hasta que la aurora la envolvió en un nuevo amanecer.

Llegó a los linderos de la Nueva Guatemala. Entró a la ciudad por el Guarda del Golfo. Atravesó los barrios de la Parroquia , la Candelaria y el Cerrito del Carmen, deteniendo su marcha en la portería del convento de Santa Teresa, en la calle de Carrera. La monja se apeó y entró. Fue recibida por la Hermana portera, y conducida luego ante la Madre Superiora , a la que entregó las cartas enviadas por la Priora del Convento de Madrid.
-Sea usted bienvenida hermana –le dijo después de leerlas con detenimiento. Estas tierras necesitan de la oración y el trabajo de sus hijos. Aquí nos hace falta. La llevaré a su celda.

Jesús de la Merced

Sor Margarita cruzó los sombríos claustros tras la Madre Priora que le indicó una pequeña celda semioscura. Días más tarde obtuvo licencia para hacer una visita a sus padres perdidos en algún pueblo de la Costa Sur. A su regreso permaneció en el convento dando ejemplo de santidad. La Madre Superiora seguía con agrado su vida sacrificada. Jamás había tenido una profesa tan abnegada y de vocación tan firme.

 Jesús de la Merced


Información adicional

  • © Historia del Arte: © Semana Santa en Línea. Prohibida la reproducción total o parcial. Todos los derechos reservados.

Deja un comentario

Asegúrate de llenar la información requerida marcada con (*). No está permitido el Código HTML. Tu dirección de correo NO será publicada.

volver arriba
Anuncio Principal Inferior 9 Soy Cucurucho tengo los mismos Sentimientos
Banner Principal Inferior 11 Android